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"Neurobiología del psicópata: cuando el cerebro pierde su «humanidad


La neurobiología del psicópata nos dice que el cerebro de estas personas funciona de manera diferente. Más allá incluso de su falta de empatía, subyacen otros factores singulares que dejarían una impronta cerebral característica en ese 1% de la población que, según nos dicen los expertos, podría presentar rasgos psicópatas claramente significativos.

Es posible que a la hora de escuchar la palabra psicopatía, nos vengan casi de inmediato a la mente nombres como el de Charles Manson o Ted Bundy. Este perfil psicológico se convierte a menudo en objeto de fascinación para muchas personas, y por ello suelen suscitar tanto interés las películas y series de televisión que giran alrededor de este tipo de caracteres. La maldad, es decir, el reverso oscuro de nuestro ideal de humanidad, nos intriga tanto como nos aterra.

Sin embargo, hay un aspecto que a veces descuidamos. Libros, como ¿Es usted un psicópata? del periodista, investigador y experto en el tema Jon Ronson, nos revelan que casi el 4% de los CEO de las grandes empresas tienen rasgos de psicopatía. Con ello queremos decir algo muy simple. La personalidad psicopática no se manifiesta de forma exclusiva en un asesino en serie o en quienes inducen a otros a que lo hagan (como lo hizo Charles Manson).

Este perfil da forma también a cierto número de personas con las que podemos relacionarnos a diario. Es más, tal y como nos explica el propio Jon Ronson, vivimos en una sociedad que (en ciertos casos) se orienta y estructura para recompensar este tipo de comportamientos. Es decir, el de aquellos que manipulan, engañan y llegan al poder vulnerando necesidades y derechos ajenos.

Ahora bien, esa necesidad de dominación y de agresión implícita o explícita no aparece por azar. Hay unas bases biológicas detrás que debemos conocer.

Antes de profundizar en la neurobiología de la conducta, es importante que definamos en primer lugar cómo es y cómo actúa una persona con este trastorno de la personalidad. Así, y a grandes rasgos, podríamos hacerlo del siguiente modo: un psicópata es alguien que no puede o no sabe amar (no tiene esa capacidad). Es alguien que no empatiza, que es hábil para manipular y un excelente estratega de la mentira.

Conocen además las dotes de la persuasión, suelen tener un encanto muy característico y responden de manera muy concreta en las situaciones de angustia o estrés: con frialdad. A día de hoy, contamos por ejemplo con un instrumento muy válido para medir esta dimensión: el test de Psicopatía según la Escala Hare. Esta herramienta nos permite valorar el grado de psicopatía en cada persona, siendo 40 la puntuación más elevada.

El neurobiólogo con el gen de la psicopatía

Este dato es interesante. Siempre que se hace una referencia al estudio de la neurobiología del psicópata es casi obligatorio hablar de un investigador. James Fallon, neurocientífico de la Universidad de California en Irvine, es uno de los mayores expertos en la personalidad psicopática. De hecho, es asesor para el Pentágono y toda una referencia en el estudio de la mente criminal.

Lo curioso es que el doctor Fallon tiene en su cerebro «el gen de la psicopatía». Él y su equipo pasaron varios años realizando diferentes pruebas de diagnóstico a un gran número de reclusos, intentando dar con esos marcadores cerebrales que estén detrás de este tipo de trastornos. En un momento dado, los resultados fueron tan inquietantes como reveladores: el cerebro del doctor James 

La neurobiología del psicópata nos dice que el cerebro de estas personas funciona de manera diferente. Más allá incluso de su falta de empatía, subyacen otros factores singulares que dejarían una impronta cerebral característica en ese 1% de la población que, según nos dicen los expertos, podría presentar rasgos psicópatas claramente significativos.

Es posible que a la hora de escuchar la palabra psicopatía, nos vengan casi de inmediato a la mente nombres como el de Charles Manson o Ted Bundy. Este perfil psicológico se convierte a menudo en objeto de fascinación para muchas personas, y por ello suelen suscitar tanto interés las películas y series de televisión que giran alrededor de este tipo de caracteres. La maldad, es decir, el reverso oscuro de nuestro ideal de humanidad, nos intriga tanto como nos aterra.


«El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad».

-Albert Einstein-

Sin embargo, hay un aspecto que a veces descuidamos. Libros, como ¿Es usted un psicópata? del periodista, investigador y experto en el tema Jon Ronson, nos revelan que casi el 4% de los CEO de las grandes empresas tienen rasgos de psicopatía. Con ello queremos decir algo muy simple. La personalidad psicopática no se manifiesta de forma exclusiva en un asesino en serie o en quienes inducen a otros a que lo hagan (como lo hizo Charles Manson).

Este perfil da forma también a cierto número de personas con las que podemos relacionarnos a diario. Es más, tal y como nos explica el propio Jon Ronson, vivimos en una sociedad que (en ciertos casos) se orienta y estructura para recompensar este tipo de comportamientos. Es decir, el de aquellos que manipulan, engañan y llegan al poder vulnerando necesidades y derechos ajenos.

Ahora bien, esa necesidad de dominación y de agresión implícita o explícita no aparece por azar. Hay unas bases biológicas detrás que debemos conocer.


personas con máscara simbolizando la neurobiología del psicópata

Neurobiología del psicópata

Antes de profundizar en la neurobiología de la conducta, es importante que definamos en primer lugar cómo es y cómo actúa una persona con este trastorno de la personalidad. Así, y a grandes rasgos, podríamos hacerlo del siguiente modo: un psicópata es alguien que no puede o no sabe amar (no tiene esa capacidad). Es alguien que no empatiza, que es hábil para manipular y un excelente estratega de la mentira.


Conocen además las dotes de la persuasión, suelen tener un encanto muy característico y responden de manera muy concreta en las situaciones de angustia o estrés: con frialdad. A día de hoy, contamos por ejemplo con un instrumento muy válido para medir esta dimensión: el test de Psicopatía según la Escala Hare. Esta herramienta nos permite valorar el grado de psicopatía en cada persona, siendo 40 la puntuación más elevada.

El neurobiólogo con el gen de la psicopatía

Este dato es interesante. Siempre que se hace una referencia al estudio de la neurobiología del psicópata es casi obligatorio hablar de un investigador. James Fallon, neurocientífico de la Universidad de California en Irvine, es uno de los mayores expertos en la personalidad psicopática. De hecho, es asesor para el Pentágono y toda una referencia en el estudio de la mente criminal.

Lo curioso es que el doctor Fallon tiene en su cerebro «el gen de la psicopatía». Él y su equipo pasaron varios años realizando diferentes pruebas de diagnóstico a un gran número de reclusos, intentando dar con esos marcadores cerebrales que estén detrás de este tipo de trastornos. En un momento dado, los resultados fueron tan inquietantes como reveladores: el cerebro del doctor James Fallon no se diferenciaba en exceso de los reclusos internos diagnosticados con un trastorno de personalidad psicopática.


En realidad, ese dato no era casual. En el árbol genealógico del doctor Fallon podemos identificar hasta 7 asesinos. Por ejemplo, entre ellos encontramos a Lizzie Borden, una mujer conocida como la asesina del hacha que mató y descuartizó a sus padres. Así, este célebre neurocientífico y referencia absoluta en el campo de la psicopatía personifica una idea. La neurobiología del psicópata nos dice que el gen de la maldad existe, pero deben darse determinados detonantes para que este termine manifestándose.

Veamos a continuación una serie de datos que sin duda nos permitirán comprender esta idea.

Un cerebro con menos materia gris
En un interesante estudio llevado a cabo en el 2012 en el Kinng´s College de London se probó algo que el propio doctor Fallon ya había observado en el 2006 en sus investigaciones con reclusos. A saber, las personas diagnosticadas con psicopatía presentan un menor grosor de materia gris en la corteza prefrontal rostral anterior y los polos temporales. 

¿Qué significa esto? Esta anomalía que sin lugar a dudas es lo más característico de la neurobiología del psicópata, revela su falta de empatía y la dificultad para asumir algo tan importante como es el sentimiento de culpa. 

Disfrutar con el dolor ajeno, pero no con el propio

Hemos señalado a lo largo del artículo que la personalidad psicopática se caracteriza ante todo por un factor: la falta de empatía. Ahora bien, dentro de la neurobiología del psicópata hay un pequeño matiz: las personas con este perfil sí tienen empatía, pero solo sobre su propia persona. Esto es algo que pudieron ver los expertos en un estudio de la Universidad de Cambridge y publicado en Frontiers in Human Neuroscience del 2013.

Para este trabajo se realizaron 121 resonancias magnéticas a reclusos diagnosticados con este trastorno de personalidad. Cuando les enseñaron imágenes que mostraban a diferentes personas experimentando dolor sus cerebros no reaccionaron. Solo lo hicieron en el momento en que el experimentador les pidió que se imaginaran a ellos mismos en esa misma situación.

Ahora bien, lo más llamativo vino más tarde. Los investigadores percibieron que cuando estas personas veían a otras sufrir y experimentar dolor, surgía una elevada actividad el cuerpo estriado. Esta es una parte muy interesante del cerebro humano, porque está relacionada con el procesamiento de recompensas, la motivación, el placer y la toma de decisiones.

Así, esta actividad inusual en esta área venía a demostrar algo muy contundente: los psicópatas disfrutan viendo el dolor ajeno.

¿Hay un gen de la maldad?
Más que un gen para la «maldad», lo que existe son unas variantes genéticas que definen la mayor tendencia a la violencia, como son los genes CDH13 y MAOA. Neurocientíficos del Instituto Karolinska revelaron que todos podemos heredar de nuestros padres este tipo de variantes (si es el caso); sin embargo, no todo el mundo llega a manifestarlos.

La neurobiología del psicópata nos dice que el cerebro de estas personas funciona de manera diferente. Más allá incluso de su falta de empatía, subyacen otros factores singulares que dejarían una impronta cerebral característica en ese 1% de la población que, según nos dicen los expertos, podría presentar rasgos psicópatas claramente significativos.

Es posible que a la hora de escuchar la palabra psicopatía, nos vengan casi de inmediato a la mente nombres como el de Charles Manson o Ted Bundy. Este perfil psicológico se convierte a menudo en objeto de fascinación para muchas personas, y por ello suelen suscitar tanto interés las películas y series de televisión que giran alrededor de este tipo de caracteres. La maldad, es decir, el reverso oscuro de nuestro ideal de humanidad, nos intriga tanto como nos aterra.


«El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad».

-Albert Einstein-

Sin embargo, hay un aspecto que a veces descuidamos. Libros, como ¿Es usted un psicópata? del periodista, investigador y experto en el tema Jon Ronson, nos revelan que casi el 4% de los CEO de las grandes empresas tienen rasgos de psicopatía. Con ello queremos decir algo muy simple. La personalidad psicopática no se manifiesta de forma exclusiva en un asesino en serie o en quienes inducen a otros a que lo hagan (como lo hizo Charles Manson).

Este perfil da forma también a cierto número de personas con las que podemos relacionarnos a diario. Es más, tal y como nos explica el propio Jon Ronson, vivimos en una sociedad que (en ciertos casos) se orienta y estructura para recompensar este tipo de comportamientos. Es decir, el de aquellos que manipulan, engañan y llegan al poder vulnerando necesidades y derechos ajenos.

Ahora bien, esa necesidad de dominación y de agresión implícita o explícita no aparece por azar. Hay unas bases biológicas detrás que debemos conocer.


personas con máscara simbolizando la neurobiología del psicópata


Neurobiología del psicópata
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Antes de profundizar en la neurobiología de la conducta, es importante que definamos en primer lugar cómo es y cómo actúa una persona con este trastorno de la personalidad. Así, y a grandes rasgos, podríamos hacerlo del siguiente modo: un psicópata es alguien que no puede o no sabe amar (no tiene esa capacidad). Es alguien que no empatiza, que es hábil para manipular y un excelente estratega de la mentira.


Conocen además las dotes de la persuasión, suelen tener un encanto muy característico y responden de manera muy concreta en las situaciones de angustia o estrés: con frialdad. A día de hoy, contamos por ejemplo con un instrumento muy válido para medir esta dimensión: el test de Psicopatía según la Escala Hare. Esta herramienta nos permite valorar el grado de psicopatía en cada persona, siendo 40 la puntuación más elevada.

El neurobiólogo con el gen de la psicopatía

Este dato es interesante. Siempre que se hace una referencia al estudio de la neurobiología del psicópata es casi obligatorio hablar de un investigador. James Fallon, neurocientífico de la Universidad de California en Irvine, es uno de los mayores expertos en la personalidad psicopática. De hecho, es asesor para el Pentágono y toda una referencia en el estudio de la mente criminal.

Lo curioso es que el doctor Fallon tiene en su cerebro «el gen de la psicopatía». Él y su equipo pasaron varios años realizando diferentes pruebas de diagnóstico a un gran número de reclusos, intentando dar con esos marcadores cerebrales que estén detrás de este tipo de trastornos. En un momento dado, los resultados fueron tan inquietantes como reveladores: el cerebro del doctor James Fallon no se diferenciaba en exceso de los reclusos internos diagnosticados con un trastorno de personalidad psicopática.


En realidad, ese dato no era casual. En el árbol genealógico del doctor Fallon podemos identificar hasta 7 asesinos. Por ejemplo, entre ellos encontramos a Lizzie Borden, una mujer conocida como la asesina del hacha que mató y descuartizó a sus padres. Así, este célebre neurocientífico y referencia absoluta en el campo de la psicopatía personifica una idea. La neurobiología del psicópata nos dice que el gen de la maldad existe, pero deben darse determinados detonantes para que este termine manifestándose.

Veamos a continuación una serie de datos que sin duda nos permitirán comprender esta idea.


James Fallon

Un cerebro con menos materia gris
En un interesante estudio llevado a cabo en el 2012 en el Kinng´s College de London se probó algo que el propio doctor Fallon ya había observado en el 2006 en sus investigaciones con reclusos. A saber, las personas diagnosticadas con psicopatía presentan un menor grosor de materia gris en la corteza prefrontal rostral anterior y los polos temporales. 


¿Qué significa esto? Esta anomalía que sin lugar a dudas es lo más característico de la neurobiología del psicópata, revela su falta de empatía y la dificultad para asumir algo tan importante como es el sentimiento de culpa. 

Disfrutar con el dolor ajeno, pero no con el propio
Hemos señalado a lo largo del artículo que la personalidad psicopática se caracteriza ante todo por un factor: la falta de empatía. Ahora bien, dentro de la neurobiología del psicópata hay un pequeño matiz: las personas con este perfil sí tienen empatía, pero solo sobre su propia persona. Esto es algo que pudieron ver los expertos en un estudio de la Universidad de Cambridge y publicado en Frontiers in Human Neuroscience del 2013.


Para este trabajo se realizaron 121 resonancias magnéticas a reclusos diagnosticados con este trastorno de personalidad. Cuando les enseñaron imágenes que mostraban a diferentes personas experimentando dolor sus cerebros no reaccionaron. Solo lo hicieron en el momento en que el experimentador les pidió que se imaginaran a ellos mismos en esa misma situación.

Ahora bien, lo más llamativo vino más tarde. Los investigadores percibieron que cuando estas personas veían a otras sufrir y experimentar dolor, surgía una elevada actividad el cuerpo estriado. Esta es una parte muy interesante del cerebro humano, porque está relacionada con el procesamiento de recompensas, la motivación, el placer y la toma de decisiones.


Así, esta actividad inusual en esta área venía a demostrar algo muy contundente: los psicópatas disfrutan viendo el dolor ajeno.

¿Hay un gen de la maldad?
Más que un gen para la «maldad», lo que existe son unas variantes genéticas que definen la mayor tendencia a la violencia, como son los genes CDH13 y MAOA. Neurocientíficos del Instituto Karolinska revelaron que todos podemos heredar de nuestros padres este tipo de variantes (si es el caso); sin embargo, no todo el mundo llega a manifestarlos.

Así, y tomando como referencia al neurocientífico James Fallon, él mismo tenía este marcador además de las otras alteraciones cerebrales antes detalladas. Sin embargo, más allá de ciertas conductas al riesgo y ciertos problemas para el control de impulsos, el doctor Fallon nunca ha evidenciado más rasgos psicopáticos. Quizás esto haya sido así por un factor: la crianza y su educación.

Siempre contó con una familia afectuosa y un entorno que supo dirigirle de manera correcta. Nunca le faltó el cariño, unas directrices claras de comportamiento y un escenario empático donde jamás experimento ninguna carencia ni trauma.

El entorno, la crianza y la educación lo es todo. La genética nos afecta, no hay duda, pero no nos determina al 100%. Asimismo, cabe señalar algo que nos señalan los antropólogos y psicólogos: la violencia y la conducta psicopática está disminuyendo.

Hace tres siglos el comportamiento violento y agresivo definía buena parte de nuestra sociedad. A día de hoy, este comportamiento está en declive, aunque se resiste a desaparecer: el 1% de nuestra población sigue presentando este rasgo, el de la psicopatía.

Recuperado de https://lamenteesmaravillosa.com/neurobiologia-del-psicopata/


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