Cuando somos pequeños los hábitos y malas experiencias pueden provocar una marca permanente, que posteriormente se reflejará en nuestra vida adulta.
La infancia es una etapa clave en nuestras vidas, en esta se marcan pautas importantes de lo que seremos en la adultez, en esta etapa somos más sensibles ante las influencias del exterior, es decir del entorno, de igual manera somos más sensibles ante las formas en las que nos relacionamos con los demás.
En esta etapa los niños comienzan a entender el funcionamiento del mundo, comienzan formarse una percepción particular, así como también construyen su propia realidad con base en todo lo que se va aprendiendo y adquiriendo del mundo externo.
Debido a la gran velocidad con la que se desarrolla el cerebro infantil, cualquier tipo de alteración tanto positiva como negativa pueden dejar una marca emocional, la cual no sólo repercutirá en la vida actual del niño, sino también en sus años posteriores.
Tanto el ambiente como las diversas circunstancias que el niño vive, marcan la pauta de diversos cambios tanto positivos como negativos, dentro de los cambios más importantes, se encuentran el aprender a leer, la forma en la que nos comunicamos con los demás, de la misma forma también existen cambios negativos, esos son más difíciles de percibir en las etapas adultas.
Para muchos es difícil relacionar las experiencias vividas en infancia con las actitudes y mostradas en nuestra vida adulta, debido a que incluso muchas de esas experiencias no son recordadas cuando somos adultos, pero causan un gran impacto en nuestra conducta, tanto con el medio como con las personas que nos rodean, causan un gran conflicto mental y emocional, en el cómo se expresamos nuestras emociones hacia los demás.
Comentarios
Publicar un comentario