Es psicólogo, trabajador social y presidente del Teléfono de la Esperanza de Aragón. Alberto Hernández (Zaragoza, 1976) ha participado esta semana en una charla-coloquio sobre prevención del suicidio, dentro del empeño del Teléfono de la Esperanza de que este fenómeno deje de ser un tabú.
¿Se pueden prevenir los suicidios?
Sí, se pueden prevenir. Esto supone deshacer uno de tantos mitos que hay en relación al suicidio: que son imprevisibles, cuando en muchas ocasiones sí se pueden prevenir. Para hacerlo, debemos tener en cuenta que hay una serie de factores de riesgo: la soledad, la incomunicación, acontecimientos vitales estresantes, crisis de proyectos vitales... Otro grupo de riesgo serían las personas que ya han tenido intentos previos de suicidio. Para estos dos grupos, hay que enfatizar la prevención, la atención y la intervención de forma multidisciplinar. Un tercer grupo de riesgo serían las personas con enfermedad mental, que pueden ser más propensas; aunque queremos subrayar que esto no es un tema de salud mental, sino de salud pública. Influye la educación, los servicios sociales, los recursos que pueden facilitar una mejor atención, la salud a nivel de atención primaria... En definitiva, es un tema multifactorial y hay que abordarlo también con múltiples perspectivas aunadas y coordinadas: educativa, sanitaria, social, desde los medios de comunicación, las fuerzas y cuerpos de seguridad que intervienen...
Como sociedad, ¿qué podría hacer el estado para prevenir los suicidios?
Hace dos años, el Teléfono de la Esperanza, de la mano de un diputado, promovió una proposición no de ley para crear un Plan Nacional de Prevención del Suicidio. Se aprobó, pero no se ha desarrollado. Además, el planteamiento era desde la salud mental; nosotros pensamos que debería abordarse desde la perspectiva de la salud pública, es decir, abordando el ámbito de la salud en su sentido más amplio: abarcando la educación, los servicios sociales, la formación e información sobre esta problemática en la sociedad civil, el fomento de la participación ciudadana…
¿Hay algún perfil del suicida?
Es un fenómeno que puede producirse en cualquier edad, pero destacaría que hay cifras que apuntan a que uno de cada diez jóvenes en el primer curso de Universidad tiene ideas suicidas, sin tener necesariamente ninguna enfermedad mental. Esto nos hacer comprobar que la juventud, por problemática existencial, por crisis personales graves, por falta de un proyecto vital, puede afectar bastante. Por otra parte, destacaría a los mayores, tanto en España como en Aragón, que en muchas ocasiones se encuentran solos con varios factores de riesgo como enfermedades que cursan con dolor crónico, patologías mentales, deterioro, pérdida de rol, nido vacío… Si la persona está muy encapsulada en la soledad, es muy difícil que pueda pedir ayuda. Tenemos que romper el silencio entre todos.
¿Cómo se puede detectar?
En muchas ocasiones se ven algunos comportamientos que se salen fuera de lo habitual en la persona. Por ejemplo, establecer muchos contactos con personas que tenían olvidadas hace tiempo; pueden estar despidiéndose. También, una persona que empieza a hablar mucho de su testamento, que piensan en cómo sería el futuro cuando ya no esté, que desvaloriza su propia vida, que dice que desearía desaparecer. Muchas veces utilizan frases que no son concretas, que son más bien abstractas, del tipo "vaya asco de vida", "mejor estaría muerto"… Realmente lo que dicen estas personas no es que quieren dejar de vivir; lo que quieren es dejar de sufrir. Eso es lo que les tenemos que hacer entender a ellos, a las personas que les rodean y a la sociedad en general.
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